jueves, 27 de enero de 2011

De la Prehistoria a los fenicios


Desde las primeras armadías del mesolítico hasta el desarrollo de la navegación fenicia, las civilizaciones de los países ribereños del Mediterráneo oriental desarrollaron las primeras técnicas de construcción naval, desde la canoa hasta el barco propiamente dicho; así llegaron a dominar las artes de navegar que les permitieron cruzar los mares con naves comerciales y de guerra. Este periodo duró entre tres y cuatro mil años, durante los cuales se desarrolló la cultura marítima en todas sus vertientes y se sentaron las bases de la navegación oceánica.

Los hombres y el mar
Bajorrelieve (2.400 a.C.) hallado en la mostaba de Ipy que muestra un velero fluvial del Antiguo Imperio egipcio arbolado con el clásico palo abatible.

El contacto del hombre con las aguas es tan antiguo como su propia existencia. Según la mayoría de los antropólogos, la primera necesidad de navegar se generó, probablemente, a causa de las inundaciones en las riberas de los ríos y otros cauces de agua, lugares que los primeros seres humanos escogían generalmente para sus asentamientos. El acto instintivo de agarrarse a algún objeto flotante cuando las aguas lo arrasaban todo, llevó al aprendizaje de la natación; así pues, la necesidad de flotar y atravesar las aguas generó una de las primeras aplicaciones de la inteligencia. Con el descubrimiento de la flotabilidad, el hombre inició la observación de los objetos que tenían esta propiedad de manera destacada, como los troncos, las calabazas, los haces de tallos, etc. Esto debió suceder en el paleolítico superior (desde 40.000 a.C. hasta 10.000 a.C.).
La idea de navegar pudo surgir, con toda probabilidad, de la observación de los troncos flotantes de grandes dimensiones que las corrientes de agua arrastraban con frecuencia. Los primeros y más rudimentarios artilugios capaces de navegar fueron las balsas o armadías formadas por haces de troncos, ramas o juncos unidos entre sí. Primero se utilizaron para vadear lagos o ríos, pero con el tiempo se planteó la necesidad de dirigirlos hacia un punto determinado; es decir, lograr el modo de navegar. No existen pruebas que demuestren cuándo comenzó el hombre primitivo a gestar esta idea; la naturaleza orgánica de las primeras naves, hechas en su totalidad de materiales vegetales, hace que no hayan podido resistir el paso de milenios sin desintegrarse. Tan sólo mediante la asociación con otros restos de utillajes líticos (de piedra) y de huesos, tales como puntas de arpones y anzuelos, y espinas de pescado, se puede suponer la utilización de artilugios flotantes que permitieran la pesca en aguas profundas para aumentar el número de capturas. En las excavaciones de la ciudad de Husum, en el Mar del Norte, se encontraron los restos de una cuaderna que está catalogada como parte de la embarcación más antigua que se conoce: era una canoa forrada de piel y pertenece al noveno milenio a.C., en pleno mesolítico. Las primeras estructuras de piel que se mantenían sobre el agua fueron, probablemente, rudimentarios odres a modo de flotador, usados para vadear y pescar en ríos y lagos; seguramente estaban formados por pellejos de buey y de cerdo, cosidos e inflados.

De la armadía a la canoa monóxila

El hombre de principios del mesolítico descubrió que uniendo varios troncos entre sí, atados con bejucos, conseguía plataformas más estables que con uno solo; fueron las primeras armadías, algunas de las cuales, como el "caballito" del Perú y el Ecuador (embarcación realizada con juncos acuáticos entrelazados y atados, de menos de un metro de largo, con la proa curvada hacia arriba y en la que sólo había espacio para un hombre), se utilizaron hasta la llegada de los españoles al continente americano en el siglo XVI. En los lugares donde no había árboles, como en el Nilo, se usaban los haces de papiro. Estas armadías empezaron a ser gobernables mediante el uso de una rama que el navegante introducía en el agua para alterar el rumbo de la canoa. El paso siguiente fue el desarrollo de los remos como sistema de propulsión y gobierno; más tarde, se ideó la espadilla, una especie de remo colocado en la popa que permitía dirigir con mayor precisión las embarcaciones más grandes.
El proceso para conseguir que un solo tronco fuera estable y gobernable duró mucho tiempo y fue preciso el dominio del fuego y el uso de herramientas de piedra pulimentada. El primer paso consistió  el tronco para aumentar su flotabilidad y así dar cabida a más de un navegante, proceso que no se produjo hasta finales del mesolítico o inicios del neolítico, dependiendo de las zonas. Hacia 7.500 a.C. aparecen en el norte de Europa las primeras canoas monóxilas, embarcaciones de una sola pieza que se construían vaciando troncos de árboles. En muchas zonas coexistieron con las canoas de pieles, como la de Husum, y ambas tenían la propiedad de ofrecer una cierta protección por los costados, lo que, unido a la cavidad del tronco, permitía contener y transportar con relativa seguridad personas y objetos; por esta razón, la mayoría de los historiadores consideran estas canoas las primeras "embarcaciones" propiamente dichas. Éstas sólo se desarrollaron en zonas con abundantes árboles y con troncos lo suficientemente gruesos. En Oriente Medio aparecieron las canoas monóxilas cerca del 7.000 a.C., y más tarde se empezaron a usar en Australia, América del Sur y África.

Los primeros barcos
Pintura sobre madera que muestra dos embarcaciones del Nilo en la parte inferior, se ven dos grandes peces, uno de ellos prendido a una caña de pescar, y la insinuación de dos amarres, entre los cuales destaca el escarabajo sagrado. Junto con las embarcaciones, el escarabajo era un símbolo del renacimiento constante de la existencia para los egipcios.

La primera evidencia de un barco, entendiendo por "barco" un artefacto flotante capaz de ser gobernado a voluntad, construido sin la limitación de tamaño impuesta por los tallos y los troncos de los árboles, y con un nivel de seguridad aceptable en condiciones meteorológicas normales, se puede fechar entre los años 4.000 y 3.500 a.C., en Egipto. Hay constancia de transportes marítimos entre la costa griega y la isla de Melos hacia los 10.000 años a.C.; de la pesca en el mar hacia los 5.500 a.C. en Escandinavia, e incluso es probable que en Extremo Oriente o en el mar de la China, apareciese alguna embarcación más adelantada; también se sabe que los dorios (3.000 a.C.) navegaron por las costas del Egeo con naves ligeras y de poco calado, con escalameras para armar los remos, de las que se conservan imágenes en algunos fragmentos de vasos de cerámica.
En la cultura minoica desarrollada en la isla de Creta (3.000-1.200 a.C.) las embarcaciones capaces de navegar en el mar no aparecieron hasta después del 2.000 a.C. Pero parece generalmente admitido que no llegó a desarrollarse un barco propiamente dicho, con aparejos específicos para navegar, en ningún otro lugar antes que en Egipto. Hay indicios de embarcaciones egipcias de más de 6.000 años.

Los juncos de papiro del Nilo

La armadía se construía con troncos o con haces de juncos. Fueron los prolegómenos de las embarcaciones antes de llegar a la canoa monóxila, que apareció en Europa hacia el año 7.500 a.C.

El Nilo es la gran arteria a lo largo de la cual se ha desarrollado prácticamente toda la civilización egipcia. El gran curso fluvial discurre a lo largo de un valle de más de 800 kilómetros, desde la última catarata hasta su desembocadura en el Mediterráneo. El Nilo no sólo proveía de alimentos a toda la población, con sus crecidas y decrecidas cíclicas que dejaban amplias extensiones de tierra enormemente fértil, sino que enseguida se convirtió en una eficaz vía de transporte de materiales de todo tipo; esto fue así gracias a las embarcaciones que pudieron construirse con la gran cantidad de plantas de papiro que crecían en sus riberas. Con los juncos de papiro se lograron estructuras de 50 metros de eslora, lo suficientemente fuertes para el transporte de productos agrícolas. Con el tiempo se lograron embarcaciones de hasta 100 metros que transportaban piedras de grandes dimensiones, como obeliscos o bloques, desde las canteras de la parte alta del Nilo hasta las zonas urbanas de Tebas, El Bersha y Menfis. Eran embarcaciones que se propulsaban a remo y se dirigían mediante espadillas unidas a popa. Eran estrechas y presentaban marcados lanzamientos a proa y a popa que facilitaban las maniobras de varada en las orillas del río, la única forma de hacer llegar estas naves a tierra (ya que las periódicas crecidas del Nilo retrasaron la construcción de pantanales o embarcaderos). Las naves de transporte egipcias se construían con relativa rapidez y facilidad por artesanos especializados, y su mantenimiento era muy sencillo: en cuanto se deterioraban los haces de juncos de papiro, se sustituían por otros nuevos. La forma que las caracterizaba visualmente era la curvatura hacia dentro de la extremidad de popa, similar a la cola de un escorpión a punto de atacar. Cubriendo estas extremidades con una suerte de fundas de tejido o de piel cosida, se reforzaba la escasa consistencia del papiro. Estas naves permitieron el acarreo de pesados materiales desde largas distancias, necesarios para la construcción de los grandes palacios, monumentos, templos y algunas pirámides, que se levantaron principalmente durante los cinco siglos de duración del Imperio Antiguo, desde 2.686 a.C. hasta 2.184 a.C, cuando concluyó la VI dinastía.

Los primeros barcos egipcios de madera

Bajorrelieve que muestra a pescadores egipcios utilizando redes y anzuelos desde una clásica embarcación de juncos de papiro, en el Nilo. Hacia el año 2.200 a.C.

Fue también durante el Imperio Antiguo (2.300 a.C.) cuando los egipcios desarrollaron los primeros barcos de madera. Aparecieron las primeras construcciones de naves con tablas de acacia o de sicómoro, prácticamente los únicos árboles que crecían en las riberas del Nilo. Los sicómoros, unas higueras cuyo fruto es muy preciado, proporcionaban madera muy dura y resistente, muy cara por su escasez y por el valor de sus frutos. El sistema de construcción era característico: se ensamblaba la tablazón con un sistema que mantenía las tablas unidas con junturas engranadas de caja y espigas con ligazones. Este sistema evolucionó en el Mediterráneo constituyendo el que se denomino "sistema de construcción empezando por el forro": se construía primero la tablazón (el "forro") y luego se insertaba el esqueleto (la quilla, las vergas y las cuadernas). Los egipcios no utilizaban esqueleto porque sus barcos se construyeron para navegar por las tranquilas aguas del Nilo y no necesitaban cascos con estructuras especialmente sólidas que tuvieran que resistir el fuerte oleaje en mar abierto.
Posteriormente, en el norte y el oeste de Europa, los barcos se construyeron empezando por el esqueleto (la quilla y las cuadernas), que se forraba después con la tablazón; este sistema se denominó "empezando por el esqueleto" o "por las cuadernas". El tamaño de las embarcaciones egipcias estaba limitado por la escasa altura de los árboles, por lo que se tuvo que desarrollar un sistema para ensamblar las cortas y duras tablas con fibras vegetales y tendones de animales.
En un principio, la propuldión de estas embarcaciones se reducía era exclusivamente al remo y se gobernaban con la clásica espadilla. Hacia finales del cuarto milenio a.C. se produjo una revolución entre los artesanos dedicados a la construcción de naves en el Nilo: se inventó la vela. La primera constancia histórica del uso de una vela de tela en una embarcación aparece en una cerámica que ha sido datada 3.100 años a.C. Antes, probablemente, se utilizaron hojas de palmera tejidas y ramas diversas, como las que se usaban en las canoas de otros pueblos africanos y también del norte de Europa. Las embarcaciones a vela requerían una construcción más avanzada, y de las pinturas que se conservan se puede decir que las naves disponían de una plataforma presumiblemente más ancha, para que pudieran situarse los hombres que controlaban las espadillas; el palo bípode disponía de varios estayes a popa y de uno solo hacia proa. La vela era controlada por un hombre colocado en la parte trasera de la nave, y lo más probable era que la vela sólo se utilizara con viento de popa.
Cuando los avances en las técnicas de construcción lo permitieron, se empezaron a construir puertos y amarres en zonas del río seguras, abrigadas de los vientos y que no se vieran afectados por las épocas de crecidas anuales de las aguas. La llegada de la vela no acabó con el remo; cantrariamente, éste se hizo imprescidible para las maniobras cerradas de los meandros y para las de atraque y varada. Las embarcaciones más evolucionadas llegaron a disponer de una hilera de trece a catorce remos por banda y seis espadillas situadas en la zona de popa.

El barco como símbolo funerario

Relieve que muestra una escena de pesca con anzuelos en el Nilo. Decora la mastaba de la princesa Idut, siglo XXIV a.C.

El desarrollo de las embarcaciones a vela obligó a los carpinteros de ribera egipcios a construir barcos con estructuras más resistentes. La vela se situaba siempre a proa para su uso exclusivo con vientos portantes; ésta se asoció, en gran manera, a los barcos de madera de sicomoro o de acacia, aunque también se aplicó a las embarcaciones de haces de papiro, que llegaron a ser muy resistentes. El antropólogo, arqueólogo y aventurero noruego Thor Heyerdahl lo demostró en 1970 cuando construyó el Ra II, una embarcacuón de haces de papiro hecha siguiendo los métodos de los antiguos artesanos de riberas del Nilo. Con ella, Heyerdahl navegó 3.000 millas a través del Atlántico en 57 días, desde Marruecos a las islas Barbados.
A mediados del tercer milenio a.C., la navegación fluvial por el Nilo alcanzó un extraordinario nivel de desarrollo. De hecho, tal como atestiguan los restos arqueológicos de la época del Imperio Antiguo, abundan las representaciones de naves fluviales las cuales ejemplifican los más diversos quehaceres de la vida cotidiana, política y comercial. El barco pasó a ser un importante símbolo funerario. Las exequias de personajes de la corte se realizaban en embarcaciones expresamente construidas para la ceremonia, que se usaban para transportar la momia hasta su sepultura; incluso en algunos casos, se realizaban algunos enterramientos en los propios barcos. El Nilo era la gran fuente de vida de Egipto, y los egipcios lo veneraban como a una deidad; conocían a la perfección el curso del río, pero durante siglos no se adentraron en el mar. Al principio de la V dinastía, hacia 2480 a.C., Egipto comenzó su expansión más allá de sus fronteras habituales; aún así, los faraones no se interesaron en la aventura marítima hasta que no se produjo una situación lo suficientemente importante como para plantearse el reto de desafiar el oleaje, los peligros y las grandes distancias a que la navegación de altura obligaba. Sin embargo, la rivalidad comercial que se estableció con los fenicios impulsó su interés por el dominio del mar.