domingo, 17 de octubre de 2021

El nacimiento del barco de línea


En este óleo de Claude Gellée (1639) encargado por el rey de Francia Luis XIV, ya se aprecian los primeros cambios, (el bauprés dispone de cebaderas) que mejoraron los buques en aquel siglo.

Tanto el administrador naval Samuel Pepys en Inglaterra, como el ministro de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert, en Francia, crearon sus respectivas Armadas a partir de un concepto de barco totalmente nuevo. En 1653, Oliver Crowell había ordenado redactar unas "Instrucciones de combate" para la Marina inglesa. En ellas se obligaba a los almirantes y oficiales a combatir formando filas con los buques, cada uno siguiendo la popa de su predecesor para oponer uno de los costados al enemigo y dirigir así  el fuego sobre él. Las experiencias en los combates navales durante la guerra anglo-holandesa vinieron a confirmar la validez de estas instrucciones, lo que supuso un notable cambio en la concepción de la embarcación de guerra, originando el modelo que se denominó "barco de línea.
Este nuevo concepto de barco se desarrolló principalmente según los conocimientos acumulados durante la primera mitad del siglo XVII, época en la que los galeones españoles llegaron a su punto culminante y sirvieron de modelo a los ingleses y franceses para construir barcos más artillados. Estos conocimientos quedaron registrados básicamente en dos tratados publicados por los portugueses: el Arte para fabricar y aparejar naos (1611) de Thomé Cano y el Liuro de traças de Carpintaria (1616) de Manuel Fernandes. Estos manuales fueron los más consultados de la época y constituyeron la base técnica que permitió avanzar hacia la construcción de grandes unidades. A mediados del siglo XVII, los avances en artillería habían hecho del cañón naval el arma decisiva en los combates en el mar. Los cañones se distribuían a ambos lados de los barcos, alineados de proa a popa. Cada línea de cañones se disponía sobre una cubierta que debía ser lo más plana posible para que los artillero pudieran maniobrar fácilmente. Lógicamente, cuantas más cubiertas con cañones tuviera el barco, mayor era su capacidad de fuego y, por consiguiente, mayor su valor militar.

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