lunes, 30 de enero de 2012

Los vikingos


Óleo que muestra la llegada de la expedición del vikingo Torfinn Karlsefni, que desembarcó en las costas del continente norteamericano, cerca de la actual Newport.

Tras la caída de Imperio Romano, se empezó a desarrollar en el norte de Europa una sólida cultura marítima basada en una tradición muy antigua que había permanecido oculta. Ésta culminó con los vikingos, el pueblo marítimo por antonomasia de la historia de la humanidad. Los vikingos dominaron el mar del Norte durante la Edad Media, desde el siglo V hasta el X.
Fueron los primeros marinos con vocación claramente oceánica, lograron grandes hazañas, como el desembarco en América y la travesía fluvial desde Rusia hasta el mar Negro. Sus barcos fueron los mejores que hasta entonces se habían construido.
El primer contacto de Roma con los navegantes del norte de Europa lo tuvo Julio César, en sus campañas en el norte de la Galia y Britania. En sus crónicas, el gran conquistador romano hace referencia a las sorprendentes canoas  de piel de origen celta y a las robustas embarcaciones de roble y velas de cuero de los vénetos hacia 56 a.C. Luego, los romanos establecieron en el siglo I d.C. la denominada Classis Britannica, una flota con base en Britania cuya principal misión era la de mantener el comercio a ambos lados del canal de la Mancha, amenazado por los piratas. De hecho, durante esa época, las embarcaciones nórdicas estaban desarrollándose y no alcanzaron su plenitud hasta la caída del Imperio Romano. La primera evidencia arqueológica que se tiene de ellas son los restos del barco hallado en el yacimiento de Hjörtspring, en Dinamarca. Se trata de una canoa escandinava del siglo III a.C., una embarcación de guerra a remo, del tipo canalete, que se debió depositar como ofrenda junto a gran cantidad de armamento. Tenía una eslora de 13 metros y una manga de 1,80; es decir, una relación de eslora a manga de seis a uno, un barco (largo) si se le compara con los que habían navegado hasta el momento en el Mediterráneo. La canoa estaba construida con tablas de madera de tilo cosidas con mimbre de tejo y atadas a ligeras cuadernas. Contaba ya con una rudimentaria quilla especialmente concebida para poder ser arrastrada por la arena, y la estructura se completaba con 10 bancadas asentadas en puntales que servían para que unos 20 remeros-guerreros tomaran asiento y bogaran. Era una embarcación ligera diseñada para el asalto costero.

La gran migración germánica


Pinturas rupestres (realzadas con pintura roja para mejorar su visualización) que representan las alargadas embarcaciones del norte de Europa, similares, aunque anteriores, a la hallada en Hjörtspring. Las líneas sobre el casco representan a los remeros.

En el siglo IV, mientras la presión de los pueblos germánicos se incrementaba de forma asfixiante, los romanos se vieron obligados a levantar fortalezas a lo largo de la costa este de Inglaterra; fueron las denominadas saxon shore, que se utilizaron hasta el siglo V, cuando las invasiones germánicas desmoronaron las fronteras del Imperio Romano de Occidente. Entonces, los pueblos sajones, anglos, jutos y frisios emigraron masivamente a Britania. Estos cuatro pueblos vivían volcados al mar desde que se asentaron en el norte de Europa. Los sajones habitaban la zona norte de la actual Alemania; en el istmo de la península de Jutlandia habitaban los anglos y los jutos, y los frisios se asentaban en la actual Holanda. Eran pescadores y ganaderos que se beneficiaban de los extensos y excelentes robledales que poblaban sus tierras y de los que obtenían las maderas de una calidad muy superior a las que se habían utilizado hasta el momento en la construcción de barcos.
En realidad, este gran movimiento migratorio germánico fue una colonización en sentido estricto, en la que familias enteras, con sus enseres y animales, incluyendo los caballos, navegaban en barcos muy sólidos, costeando para evitar las fuertes corrientes contrarias, hasta llegar a la altura de la actual Caláis. Atravesaban después el canal de la Mancha por la zona más estrecha y desembarcaban cerca de la actual Dover. Con los restos arqueológicos de estos barcos, como el que se halló en Nydam, en la actual localidad danesa de Schleswig, situada en el istmo de la península de Jutlandia, se ha podido estudiar la estructura de estas embarcaciones con las que estos audaces remeros viajaron a Britania en grupos de unas tres familias por nave.
Este barco mostró un alto nivel de desarrollo del sistema de construcción en tingladillo, que, por aquella época, era totalmente desconocido en el Mediterráneo, y que llegó a su máximo perfeccionamiento con las embarcaciones vikingas unos tres siglos más tarde.

Los vikingos


Desembarco vikingo a su estilo habitual, es decir, varando las naves en la playa.

Mientras los pueblos germánicos emigraban en masa a las islas Británicas, en Escandinavia, un pueblo marinero había desarrollado excelentes naves a remo, fruto de una tradición milenaria. Se trataba de los vikingos, un pueblo que vivía en la costa de la península escandinava y de la actual Dinamarca y que compaginaba la agricultura y la ganadería con la pesca y el comercio marítimo. Los vikingos habían desarrollado el arte de la navegación a vela y estaban construyendo las que iban a ser las mejores naves de altura que nunca habían surcado los mares. El origen del término vikingo es oscuro. Algunos historiadores sostienen que procede del sajón vik in, que significa "bahía adentro", y que hace referencia a sus famosos asaltos varando las naves en las playas; otros lo relacionan con la palabra latina vicus, "lugar de mercado"; también hay quien prefiere la creencia de que están relacionados con la región geográfica de Vik, en Noruega; y son muchos los que afirman que "vikingo" significa simplemente "hombre del norte" en el lenguaje nórdico antiguo. Fuera de Escandinavia, a los vikingos se les conocía con distintos nombres; los griegos les llamaron varegos, en referencia al mar Báltico (mar Varego), y en el resto del imperio Bizantino se les conoció como rus; sin embargo, en la Europa occidental se les llamó normandos, un término de origen franco que literalmente significa "hombres del norte". La tradición marinera vikinga se remonta a 4.000 a.C., cuando ya existían asentamientos de población, como queda probado por los grabados rupestres hallados en Escandinavia. Hacia 2.000 a.C. ya existía una notable actividad naval, y los historiadores sostienen que, hacia 1.500 a.C., los antecesores de los vikingos comerciaban con las islas Británicas intercambiando pedernales y ámbar. Las embarcaciones más primitivas estaban constituidas por un armazón de ramas de árbol forradas de piel, una tradición que aún se conserva hoy en día en los Kayaks y umiaks de Alaska y Groenlandia construidos con pieles de foca. También se han encontrado pruebas de que en Escandinavia hubo muchas canoas monóxilas realizadas con los excelentes troncos del fresno nórdico. Este comercio experimentó un notable avance hacia 200 a.C., cuando aparecieron los primeros cascos construidos totalmente de madera. Sobre esta fecha están datados los restos encontrados en la isla danesa de Als, al sur de Jutlandia, que muestran la construcción de una embarcación con el casco en tingladillo de unos 13 metros de eslora por 1,8 de manga. La tablazón de esta nave estaba ensamblada con mimbre de tejo, de forma muy similar a las representadas en las pinturas rupestres de 1.800 años antes; estaba concebida para varar sobre playas de arena y disponía de 10 bancos en los que tenían cabida un máximo de 20 remeros.

Los vikingo exploran el mar

En el siglo VI, los vikingos se atrevieron a salir de la costa y arriesgarse a la navegación de altura. Fue una decisión similar a la tomada por los fenicios: la intrincada orografía y las montañosas costas, especialmente las noruegas, hacía muy difícil la comunicación por tierra, por lo que se vieron impulsados a navegar: Su experiencia les llevó a un notable incremento de la navegación comercial en toda la península escandinava y en Jutlandia. Paralelamente a su actividad de carácter económico, a finales del siglo VII, los vikingos comenzaron a ser conocidos por su fama de violentos y sanguinarios, a causa de los audaces y rápidos raids navales, que afectaron también a las zonas en las que no comerciaban.
La violencia de estas incursiones contrastaba con la estructura social de un pueblo tranquilo que practicaba la agricultura del cereal, la ganadería y, sobre todo, la pesca, que era su principal fuente de nutrición. Comerciaban con pieles y productos derivados de la caza de la ballena y de las focas, pero sobre todo pedernal, que se utilizaba para fabricar puntas de lanza y arpones, además de como generador de chispas para encender el fuego. Su estructura social se basaba en las familias; éstas formaban grupos diseminados que vivían bajo el control de los jarls (literalmente, condes), quienes tenían esclavos capturados en sus incursiones por el sur. Los barcos hallados en las excavaciones realizadas en 1890 y 1904 en Gokstad y Oseberg formaban parte de las ceremonias funerarias de los vikingos: los reyes, los jarls, los señores de la guerra y otros vikingos principales eran enterrados generalmente en túmulos de arcilla roja, acompañados de grandes fastos y ceremonias. Pero a menudo, y para desgracia de los arqueólogos e historiadores, el fallecido era quemado en el interior de su propio barco.

La gran expansión vikinga


Desembarco vikingo en Francia. Los frecuentes ataques vikingos se convirtieron en una pesadilla para Carlomagno y sus sucesores. Finalmente, las tropas invasoras del norte consiguieron la cesión del ducado de Normandía por el rey de Francia Carlos III.

En el siglo VIII, la población vikinga creció y se expandió hacia el Báltico de forma pacífica. Al mismo tiempo, se inició una constante emigración hacia el oeste en búsqueda de nuevas tierras donde asentarse; los vikingos noruegos fundaron asentamientos en las islas Shetlands, las Orcadas, las Hébridas, Islandia, Groenlandia e incluso en Terranova. Esta expansión fue posible gracias al desarrollo que habían alcanzado sus extraordinarios barcos y a sus profundos conocimientos de las artes de la navrgación. Estos asentamientos hacia el oeste llegaron a su mayor desarrollo en el siglo IX, cuando el aumento de población en las costas vikingas coincidió con una etapa de escasez de recursos. También fue un periodo de numerosas luchas internas entre clanes familiares de Escandinavia, lo que motivó que muchos de ellos viajaran en busca de nuevas tierras.
La primera referencia histórica a las incursiones guerreras vikingas hacia el oeste data del año 793, cuando llegaron por mar al monasterio de Lindisfarne, situado en una remota isla del norte de Inglaterra, para asaltarlo y saquearlo. Éste fue el primero de una serie de ataques a otros monasterios; en 794, fueron saquedos los de la isla escocesa de Iona, los de Jarrow y Monkwearmouth en la costa inglesa y el de Inishboffin en Irlanda, cuyas importantes riquezas eran presa fácil para los guerreros vikingos. Dos años más tarde llegaron a Irlanda, y poco después a la costa francesa, primero la del norte y luego la del sudoeste. Su fama de sanguinarios salteadores comenzó a extenderse por el norte de Europa. El rey danés Godofredo atacó y arrasó las costas de Frisia y las del sur del Báltico. Los daneses también tomaron York en 867, creando un asentamiento permanente. Durante el siglo X, los vikingos lucharon en numerosos territorios de Inglaterra y crearon un reino vikingo alrededor del mar de Irlanda, cuyas principales ciudades eran Jorvik (la actual York) y Dubhlinn (la actual Dublín).

La creación de Normandía


Una nave vikinga navegando por el Sena antes del ataque a París. La ciudad franca sufrió numerosas incursiones vikingas durante el siglo IX.

Los ataques a la costa norte de Francia fueron la pesadilla del imperio Carolingio durante todo el siglo IX. Los vikingos realizaron sus primeras incursiones en Francia en 799, controlando la zona del canal de la Mancha. El propio Carlomagno tuvo que armar una flota para tratar de proteger sus costas, sin obtener el éxito deseado. Las incursiones aumentaron y, en 820, una flota de 13 barcos vikingos remontó varias millas el río Sena saqueando todo lo que encontraban de valor. En 845, los guerreros del norte alcanzaron por primera vez París, y dos años más tarde realizaron un raid en Burdeos. La ribera del Loira, que solían remontar sin problemas, también sufrió numerosos ataques, y los vikingos establecieron un asentamiento en una isla junto a la desembocadura del río, que se convirtió en una base permanente e inexpugnable para los soldados francos durante mucho tiempo. Los vikingos se aprovecharon de las guerras civiles en Aquitania para instalarse en la desembocadura del Ardour. En el 862 lograron la máxima penetración en el sur de Francia, llegando hasta Tolosa. El rey Carlos el Calvo se vio obligado a tomar medidas excepcionales para proteger los estuarios y puertos, pero estas preocupaciones no lograron controlar la invasión. Los vikingos no fueron claramente derrotados hasta la década de 880, por una coalición de duques de Bretaña, que lograron expulsarlos de sus tierras. Sin embargo, en 885, liderados por el noruego Hrolf Ganger, también conocido como Rollon el Caminante, los vikingos atacaron de nuevo París, que tuvo que pagar un alto rescate para evitar el saqueo y la ocupación; poco después, en 886, saquearon Borgoña.
Rollon atacó de nuevo los territorios franceses en 911. Presionó tanto al rey de Francia, Carlos III el Simple, que le obligó a firmar el Tratado de Santa Clara de Epte, por el que logró la cesión del Condado de Ruán, del País de Caux y del País de Dieppe. A consecuencia de este tratado, Rollon se casó con Gisela, una hija ilegítima de Carlos III, y él y sus hombres se convirtieron al cristianismo. Con los amplios territorios cedidos por el rey formaron el ducado de Normandía, nombre que significa "país de los normandos", calificativo con el que ya eran conocidos en toda Francia. El asentamiento principal de los vikingos se estableció en Ruán. Este fue el principio de una dinastía ducal que llegaría, a partir de Guillermo I el Conquistador, a dominar Inglaterra en el año 1066.

El sur de Europa, el Mditerráneo y los ríos rusos


Asalto a las murallas de París llevado a cabo por las fuerzas vikingas comandadas por Rollon en el año 885. El líder vikingo fue nombrado, posteriormente, duque de Normandía.

A mediados del siglo IX, los vikingos descendieron por la costa oeste de Francia con 62 barcos y unos 3.800 hombres, atacando, en el norte de la península Ibérica, al rey Alfonso III de Asturias y luego las tierras de la actual Galicia. A continuación, descendieron por la costa portuguesa, donde fundaron una colonia en la actual Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal, y saquearon Lisboa. En 844 alcanzaron el golfo de Cádiz, por aquel entonces bajo el dominio del Califato de Córdoba, remontaron el Guadalquivir y saquearon Sevilla. Los árabes los nombraron Madjus, es decir, "brujos" o "hechiceros", y no pudieron evitar que se apoderaran de la ciudad durante más de un mes. A principios del siglo X se repitieron los ataques y, como consecuencia de ellos, Abderramán III ordenó ampliar el puerto de Sevilla y aumentar la flota de vigilancia marítima. Hacia el año 859, los vikingos atacaron las Baleares, Barcelona, Marsella y las costas del actual golfo de Génova. Más hacia el este, invadieron Sicilia y la zona de Calabria, donde se asentaron desde 900 a 1100.
Los vikingos suecos , por su parte, comenzaron sus incursiones hacia Rusia a finales del siglo VIII y las continuaron hasta mediados del XI. Navegaban por los ríos, y cuando era imposible seguir, transportaban los barcos arrastrándolos por tierra de cauce a cauce. Surcaron casi todos los ríos rusos y llegaron, por el Dnieper, hasta el mar Negro y Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino. Por el Volga entraron en el mar Caspio y lo atravesaron hasta Gurgan; desde allí llegaron, según parece, por tierra, hasta Bagdad. Fundaron la ciudad de Kiev y el país de Rusia; de hecho, el nombre proviene del témino rus, con el que los bizantinos designaban a los vikingos suecos. Las rutas comerciales que los vikingos marcaron, desde el Báltico al mar Nrgro a través de los ríos rusos, fueron luego de una gran importancia económica para el comercio de Europa con las naciones del Este.

La gran Epopeya del Atlántico Norte


Los vikingos suecos transportando sus naves por tierras rusas. De esta forma consiguieron pasar de las cuencas fluviales bálticas a las del mar Negro, atravesando Rusia a finales del siglo VIII.

La expanxión  y las conquistas hacia el este y sur de Europa fueron las que tuvieron mayor transcendencia económica para los vikingos, pues se abrieron rutas muy activas, revitalizando su comercio. sin embargo, la expansión hacia el oeste y el norte del océano Atlántico fue la de mayor importancia y llegó a constituir una autentica epopeya histórica desde todos los aspectos de la navegación.
Los vikingos llegaron a Islandia hacia 860 y allí establecieron una importante colonia. El asentamiento prosperó; se desarrollaron la pesca y la industria de la salazón, la ganadería y la industria textil basada en los tejidos de lana y pelo de animal de caza; comerciaron con colmillos de morsa, plumas de aves y grasa; cultivaron la tierra, y la población creció hasta llegar a los 60.000 habitantes a principios del siglo XI. Los viajes a Islandia se realizaban en los robustos y capaces knorr, barcos diseñados para la navegación oceánica, que podían realizar la travesía desde Noruega en cinco o seis días como máximo. En estos viajes, los vikingos recalaban en las islas Feroe, una importante base de su expansión hacia el norte y el oeste del Atlántico.

El descubrimiento y la colonización de Groenlandia


Grabado que muestra una nave vikinga navegando cerca de la helada costa de Groenlandia. Los vikingos colonizaron la costa sudoeste de esta gran isla a finales del siglo X.

Desde sus bases en las islas Feroes e Islandia, distantes entre sí 230 millas, los vikingos disponían de una excelente plataforma para atreverse a explorar el vasto mar que se extendía hacia el misterioso oeste y el temible norte. En el año 982, se produjo el primer gran salto marítimo hacia lo desconocido. En Islandia, un vikingo llamado Erik Thorvaldsson, conocido como Erik el Rojo por el color de su cabello, había sido juzgado por el asesinato de un hombre y condenado al destierro. Esto significaba salir de Islandia obligatoriamente por mar, y Erik planeó dirigirse hacia el oeste, a una tierra vagamente descrita por un navegante compatriota suyo que había sido arrastrado por un temporal y la había avistado. Con la ayuda de algunos parientes y amigos que le fueron fieles, armó su knorr (un tipo de nave preparada para recorrer grandes distancias), y se adentró en las aguas del océano. Encontró tierra a una distancia más cercana que las islas Feroe; dicho territorio presentaba una costa muy accidentada, helada y desolada. Erik la fue explorando hacia el sur, hasta llegar a un punto en que la línea de la costa empezaba a dirigirse hacia el oeste y, poco después, hacia el noreste. Allí encontró una zona de tierra que, al recibir corrientes marinas relativamente cálidas, no había placas de hielo durante el verano. Recaló en un abrigado fiordo, con suficiente extensión de hierba para poder criar ganado; bautizó este lugar con el nombre de Eriksfjord (el fiordo de Erik), actualmente Tunugdliarfik. El jefe vikingo bautizó el asentamiento como Gonland (Tierra Verde), la actual Groenlandia. Ese nombre prometedor lo eligió con la intención de animar a sus compatriotas islandeses a realizar el viaje, y no para describir la realidad de una zona climáticamente muy rigurosa.
Erik pasó tres años en Eriksfjord y luego regresó a Islandia. Tras explicar a sus compatriotas las excelencias de las nuevas tierras, organizó una expedición con toda su familia y otros colonos convencidos. Reunió una flota de 25 knorrs, que zarparon en el verano de 985. De todos ellos, tan sólo 14 barcos llegarían a Groenlandia. Ante los terribles temporales que se desencadenaron durante la travesía, algunos dieron media vuelta y unos pocos se perdieron. Con sus animales y todos los enseres necesarios para fundar una colonia, los que arribaron a Eriksfjord fundaron Brattahlid (Pendiente Violenta), una colonia que pasó el primer invierno viviendo de la pesca, de la mantequilla y el queso que obtenían de sus vacas y de la caza de la ballena. Con estos productos pensaban comerciar. A finales de la primavera siguiente, algunos barcos regresaron a Islandia para dar noticia de su situación.

Los primeros europeos en Norteamérica


Un drakkar, barco vikingo del siglo VIII, alejándose de los fiordos noruegos para iniciar una travesía de altura.

Uno de los islandeses que se sintió atraído por la nueva colonia fue Bjarni Herjulfson, quien zarpó en el verano del año siguiente (986) hacia Brattahlid. Pero el barco del vikingo se vio sometido a una terrible tormenta que le arrastró hacia el oeste. Herjulfson descubrió una tierra boscosa y llena de glaciares, que con toda probabilidad correspondía a algún punto de la costa de la actual península del Labrador o de la isla de Terranova. A su regreso a Groenlandia, el marino vikingo narró su descubrimiento, lo que provocó que Leif Erikson, el hijo de Erik el Rojo, decidiera comprarle el barco, un knorr de 25 metros de eslora, y organizar una expedición para la búsqueda de nuevas tierras.
En la primavera del año 1000, Leif partió de Groenlandia con una tripulación de 35 hombres. Navegó remontando la costa oeste de Groenlandia, llegó a la isla del norte de Canadá (la actual isla Resolutión) y descendió por la costa de la península del Labrador, atravesando el estuario del río San Lorenzo hasta Terranova, donde pasó el invierno. Desde allí descendió aún más por la costa este de EE UU hasta la que era posiblemente la costa del actual estado de Maine. Estas tierras fueron bautizadas por los exploradores como Vineland (la Tierra del Vino), ya que encontraron en ellas uvas silvestres. Los vikingos fueron los primeros europeos en hallar el continente americano. Este hecho fue tardíamente reconocido por los historiadores; de hecho hasta los descubrimientos arqueológicos realizados en la costa este norteamericana durante el siglo XX, no se reconoció el hecho de que fueran los vikingos los primeros europeos en desembarcar en el continente americano, contraviniendo las clásicas teorías de la historia de la navegación. Leif regresó a Groenlandia con un cargamento de madera y uvas. La noticia conmocionó a la comunidad vikinga, despertando su espítu conquistador y aventurero. Thorvald, hermano de Leif, fue el primero en partir hacia el oeste dos años más tarde. Siguó la misma ruta que Leif, pero al remontar el curso del San Lorenzo se encontró con un grupo de indios hostiles. En una de las escaramuzas, Thorvald encontró la muerte y el knorr regresó a Groenlandia sin su jefe.
La noticia de la existencia de una nueva tierra llegó a la colonia vikinga de Islandia y, durante el año 1000, tres knorr con 160 vikingos en total, cargados con ganado y enseres agricolas, partieron con ánimo de colonizar las tierras del oeste. Al mando de la expedición iba Torfinn Karlsefni, quien la guió hasta las costas de la actual Newport. La creación de un asentamiento en la zona fracasó a causa de fuertes divisiones entre los expedicionarios y al hostigamiento feroz de los indios. Karlsefni decidió regresar, perdiendo un barco durante la travesía de vuelta a Islandia.
Terranova fue colonizada por los vikingos de Groenlandia e Islandia. Pero estos asentamientos no perduraron, debido a que las distancias a cubrir eran muy extensas para mantener rutas comerciales estables y productivas, y también a causa de la fuerte resistencia de las tribus indígenas. Tan sólo se han encontrado restos de una colonia en L´Anse aux Meadows, al norte de la isla de Terranova, que pertenecen al siglo XI. Este asentamiento se mantuvo durante unos 30 años; aunque se desconocen las causas de su desaparición, lo más probable es que los colonos retornaran a Groenlandia debido a las dificultades de supervivencia. Una cámara que sobresalía notablemente. Estos barcos eran muy marineros: permitían varar en las playas y maniobrar con relativa precisión en radas reducidas; gracias a sus características, posteriormente sirvieron de modelo para el diseño de los mercantes y navíos de altura griegos y romanos.

Grandes marinos y guerreros


Grabado que muestra a un drakkar vikingo disponiéndose a varar en una playa de Normandía. Las incursiones de los vikingos en el norte de Francia fueron un azote para el Imperio Carolingio.

Los mares por los que navegaban los vikingos son los más peligrosos e inhóspitos del hemisferio Norte, y son terriblemente duros para los marinos. Los vikingos eran hombres tremendamente fuertes y resistentes al frío, a la humedad y al cansancio. Eran hábiles en las maniobras marineras de todo tipo y conocedores a fondo de sus barcos, que dominaban tanto a vela como a remo. En los mares de las latitudes septentrionales, desde finales del verano hasta bien entrada la primavera siguiente, se dan unas condiciones muy poco favorables para la navegación a vela. Las borrascas atlánticas desencadenan violentos temporales del oeste y del sudoeste, con irrupciones de aire gélido de origen polar. Cuando no hay borrascas, se generan densas y traicioneras nieblas y la navegación se vuelve casi imposible debido a la presencia de hielos flotantes y fuertes corrientes capaces de arrastrar a cualquier embarcación contra las costas rocosas. Durante el largo periodo invernal, la falta de luz y el hielo, que bloqueaba los barcos en los fiordos y hacía inoperante el aparejo de fibras textiles, imposibilitaban la navegación de altura. Por ello, aunque no planeaban expediciones durante esta época, los vikingos se dedicaban a la pesca bajo el hielo y, los que habitaban en latitudes más australes, podían desbloquear sus barcos y navegar durante largas noches para pescar; fue así como llegaron a adquirir un amplio conocimiento de las estrellas, además de eficaces remedios contra la hipotermia y los problemas de congelación, tan habituales entre sus tripulantes. Los vikingos navegaban largas distancias alimentándose fundamentalmente de pescado en salazón, galletas secas de avena y algas dulse (palmaria palmata), que masticaban mientras navegaban o realizaban largas caminatas; esto les hacía inmunes al escorbuto, gracias al alto contenido en vitamina C de estas algas. Sus expediciones eran muy audaces, ya que muchas veces no sabían cuándo iban a encontrar tierra. Durante los largos viajes en los que se aventuraban más hacia el oeste, llevaban a bordo cuervos, y cuando las provisiones menguaban hasta la mitad, los soltaban; si al cabo de un par de días los pájaros no volvían, ponían rumbo hacia el punto del horizonte por donde habían desaparecido.
La expansión vikinga hacia el norte y el sur de Europa se realizó sin agujas magnéticas, ya que éstas no llegaron a Europa hasta el siglo XIII, procedentes de Asia. Por este motivo, la navegación de altura vikinga se realizaba únicamente a partir de la observación de los astros. Controlaban la latitud mediante la altura de la estrella polar o del Sol sobre el horizonte. Con cielo cubierto podían determinar la dirección del Sol mediante el solarsteinn, una pieza de doble refracción, probablemente de feldespato (un tipo de turmalina), que, por la polarización de la luz, permitía hallar el acimut del sol simplemente apuntando a las nubes y observando la refracción de la luz sobre ella. Sin embargo, se cree que llegaron a tener un conocimiento intuitivo tan agudo que eran capaces de adivinar la altura del Sol y, por consiguiente, el mediodía, incluso en un día nublando, algo que ningún marino de los tiempos modernos es capaz de conseguir. Los vikingos, como la mayoría de navegantes de las épocas tempranas de la navegación de altura, no variaban mucho de latitud, por lo que con el cielo nublado podían situar la altura aproximada del Sol sin disponer de ningún método fiable para calcular la longitud real.
Los vikingos fueron maestros en el arte de navegar a estima gracias al profundo conocimiento que tenían del abatimiento de sus barcos, de la deriva de las corrientes y de la relación entre la dirección del viento, el oleaje y las estaciones. Disponían de una rosa en la que habían marcado ocho divisiones espaciadas de tres en tres horas a partir de la medianoche, que correspondían a las ocho direcciones cardinales e intercardinales con un margen de error máximo de una hora según la temporada. Con ella trazaban rumbos en combinación con la "piedra solar". Sus estimaciones sobre la longitud también se realizaban de forma intuitiva, estimando las millas navegadas y el rumbo. Aun teniendo en cuenta el alto grado de inexactitud de estos métodos, lograron llegar a América y regresar con muy pocas bajas. Los vikingos rara vez combatieron en el mar barco contra barco, por la sencilla razón de que no había naves rivales. Utilizaban sus drakkars para los asaltos en tierra, después de desembarcar, y en estas operaciones habían logrado una destreza inigualable. Entraban en las radas a toda velocidad y, aprovechando la solidez de sus naves, varaban en la arena casi sin frenarlas, al tiempo que saltaban por las bordas. De este modo se beneficiaban del factor sorpresa y causaban grandes estragos entre los desafortunados nativos. 

La invasón normanda de Inglaterra


Grabado que muestra a dos de los barcos de la expedición de Torfinn Karlsefni entrando en la rada de la actual Boston en el año 1000.

Después de lograr la posesión de los territorios de Normandía merced al tratado de Santa Clara de Epte, los vikingos crearon en la zona una poderosa flota de naves que suponía una notable evolución en relación a las anteriores, y a las que se puede considerar como antecesoras de las hanseáticas de la Edad Media. Estas naves estaban construidas de acuerdo con la tradición vikinga: un sólido casco en tingladillo, con 16 remos por banda, un palo arbolado en el centro con vela cuadra y la clásica espadilla para gobernar en la aleta; tenían poco calado, como las del resto de la flota normanda, característica que facilitaba los desembarcos en la costa. Una cabeza de león y una espiral decoraban la parte alta de la proa y de la popa. También disponían de un francobordo notablemente bajo para facilitar el embarque y desembarque de los caballos y de la carga. Esta característica, junto con la ausencia de empavesadas defensivas en la borda, caracterizó los barcos de guerra del norte de Europa: se concibieron como naves para el transporte de tropas que debían batallar en tierra y no en el mar, situación que prácticamente nunca se llegó a producir.
La historia medieval de Normandía está marcada por la figura del rey Guillermo I, quien, según los historiadores, fue el último de una gran saga de reyes vikingos propiamente dichos. Guillermo I, confiado por el poder naval que él mismo había creado, proyectó lo que había sido un gran sueño para los vikingos: la invasión de Gran Bretaña. El reino de Inglaterra estaba gobernado por Harold II, sucesor de Eduardo el Confesor, quien había logrado unificar el sur de la isla y restaurar la dinastía sajona. El rey Harold II había sido coronado el 5 de enero de 1066, fecha en la que Guillermo I ya estaba preparando la construcción de una gran flota como no se había visto hasta el momento.

La batalla de hastings


Miniatura del siglo XIV que representa y describe la invasión normanda de Inglaterra en 1066. Se conserva en el British Museum de Londres.

A principios de septiembre de 1066, el rey normando Guillermo I concentró a más de 60.000 hombres, unas 700 naves de transporte y más de 1.000 embarcaciones menores en el puerto de Saint Valéry. La flota, encabezada por el buque insignia Mora (un regalo de la esposa de Guillermo, la reina Matilde), se convirtió en la mayor concentración naval de la historia del norte de Europa hasta la fecha. Los normandos aguardaron a que soplara viento favorable del sudoeste y cruzaron el canal de la Mancha el 27 de septiembre. La flota recorrió las 64 millas entre Saint Valéry y la costa inglesa sin ninguna dificultad, pues, por aquel entonces, la fuerza naval de los ingleses era prácticamente inexistente. Fue un desembarco espectacular que tuvo lugar cerca de la actual localidad de Pevensey. Los invasores organizaron en tierra su ejército para lograr, el 14 de octubre, la victoria en la batalla de Hastings contra el ejército del rey anglosajón Harold. Guillermo I fue coronado rey de Inglaterra el día de Navidad de 1066, y con él se inició un periodo de 88 años de gobierno normando en la isla.
Después de Julio César, Guillermo I había conquistado Inglaterra por última vez en su historia. Todas las grandes potencias intentaron posteriormente repetir esta hazaña, aunque sin conseguirlo: Felipe II, en el siglo XVI, con la Armada Invencible; Napoleón, antes del desastre de Trafalgar, y Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. La invasión de Inglaterra fue la última conquista militar atribuible a los vikingos. A partir de entonces, el norte de Europa vivió un periodo de calma que propició la aparición de las primeras embarcaciones concebidas para el comercio. La cultura marítima vikinga arraigó profundamente en la zona, creando excelentes naves y generaciones de grandes marinos.

















La transición del forro a las cuadernas.


En el casco del barco de yassi Ada aparecen menos espigas entre las tablas, y éstas sólo tienen la función de mantener el maderamen en su lugar para dar forma al casco antes de instalar las cuadernas. Por ello, se supone que representa la transición del sistema del forro al de las cuadernas.

Con la decadencia del Imperio Romano, la construcción de barcos con la técnica del forro empezó a desaparecer. Esta técnica había prevalecido en el Mediterráneo durante 3.500 años, y consistía en una evolución del antiguo sistema egipcio, con el que se construía el casco dándole forma "a ojo del carpintero", es decir con las tablas unidas por los bordes y sujetas con espigas, hasta que se colocaban las cuadernas. Este sistema, que los expertos en construcción naval han definido como (empezando por el forro) o simplemente de (el forro), era muy costoso y ésta es la causa de que se sustituyera por el método (empezando por las cuadernas) o de (las cuadernas), que comenzó a aparecer simultáneamente a la desaparición del sistema del forro a finales del imperio de occidente. Por aquel entonces, se estaba produciendo en la sociedad romana la transición de una economía de esclavos a un sistema similar al de la economía de libre mercado, en el que tanto el trabajo como los materiales se encarecieron; esto llevó a  la necesidad de elegir un sistema que ahorrara tiempo y madera, y el de las cuadernas era de 5 a 10 veces menos costoso.
Que el sistema del forro perdurara tanto tiempo no deja de ser un misterio. Una posible explicación sería que este tipo de construcción proporcionaba, al parecer, barcos más duraderos. En los barcos romanos que utilizaban espigas para unir las tablas del forro, la compresión que mantenía la imprescindible estanqueidad se lograba mediante la hinchazón de las tablas al contacto con el agua; de este modo, las espigas y las cabillas que las atravesaban quedaban sólidamente aferradas en las muescas de las tablas que, a su vez, quedaban comprimidas. En este tipo de barcos, una cuaderna podrida no era un hecho fatal para la supervivencia de la embarcación, pues no comprometía su estanqueidad. La cuaderna se sustituía por otra y el barco continuaba navegando. Por el contrario, el tipo de barco que había sido construido empezando por las cuadernas, sí dependía de ellas, ya que si las cuadernas fallaban, el calafateado de la tablazón era incapaz de mantener la estanqueidad al perder toda consistencia. Parece evidente que lo primero que se pudría de la madera de un barco era la parte superior de las cuadernas, y la putrefacción avanzaba de arriba abajo. Si el agua penetraba por la cubierta, la zona más propensa a la podredumbre era la de los extremos superiores de las cuadernas; las maderas bajo la línea de flotación lo eran mucho menos.
El sistema de construcción de las cuadernas permitió que, hacia el año 1000, por vez primera en la historia, la construcción de barcos empezara a ser un proceso industrial. Hasta entonces, los barcos antiguos sólo se habían podido construir de uno en uno, y a partir de mediciones muy simples. El sistema que empezaba por las cuadernas requería que el carpintero supiera proyectar la forma final de un barco y armar las cuadernas que se tenían que haber construido antes. Para hacerlo, tenía que saber dibujarlas a tamaño real en el suelo o establecer los patrones de inclinación de los listones de proa a popa; a partir de ellos, se podían hacer los dibujos que permitiesen la construcción de las cuadernas. Era una forma primitiva del método del alzado usado en la actualidad. Fue el primer paso que se dio hacia el concepto de (plano), el diseño sistematizado y exacto de una embarcación que facilitaba su construcción con ahorro de tiempo y materiales.
El mejor referente arqueológico de la transición del método del forro al de las cuadernas son los restos de un mercante bizantino que se hundió en 626 d.C. al sur de la isla de Yassi Ada. Era un barco pequeño que transportaba cargas inferiores a las 50 toneladas. En su construcción hay muchas menos espigas entre las tablas, y éstas sólo tienen la función de mantener el maderamen en su lugar para dar forma al casco antes de instalar las cuadernas.

domingo, 29 de enero de 2012

La Edad Media


La Edad Media abarca un periodo de aproximadamente 1000 años, los transcurridos entre la caída el Imperio Romano de Occidente (476 d.C.) y la desaparición del Imperio Romano de Oriente (mas conocido como el Imperio Bizantino), tras la caída de Constantinopla en poder del Imperio Otomano en 1453. Durante esta larga época, Bizancio fue la potencia hegemónica del Mediterráneo, que resistió duramente por tierra y por mar el ataque de los pueblos del norte y del este de Europa y, finalmente, del Imperio Otomano. Para la historia de la navegación, la Edad Media fue un periodo poco brillante en Occidente, mientras que en Oriente destacó la talasocracia bizantina y, en el norte, los grandes marinos vikingos.

La caída del Imperio Romano


Pergamino con el mapa de Constantinopla, la capital de Bizancio, durante la época medieval.

En el siglo III d.C. empezó el periodo de decadencia del Imperio Romano. Los historiadores señalan como principal causa de ello la gran estabilidad a la que se había llegado tras la pax romana, que provocó la relajación de las costumbres, un descuido político creciente y la pérdida del sentido elitista de "ciudadanía romana", ya que ésta se otorgaba a cualquier vecino del imperio desde el siglo III d.C. Por otra parte, la creciente presión que ejercían desde el norte los pueblos germánicos creó incertidumbre y evidenció la impotencia de las otrora invencibles legiones romanas para hacer frente a las amenazas de invasión. Por este motivo, en 286, para poder hacer frente a esta amenaza de una forma más efectiva, el emperador Diocleciano dividió el imperio en dos partes, la occidental y la oriental, para facilitar una defensa más eficaz ante las amenazas de los germanos y de los persas. Con el tiempo, hubo dos capitales: Roma en el oeste y Constantinopla en el este.

El dominio de Bizancio en el Mediterráneo



Ilustración alegórica que muestra a Euclides y Ptolomeo. Ambos sabios griegos fueron las máximos exponentes del conocimiento de la astronomía, las matemáticas y la física durante la época antigua. Sus hallazgos constituyeron la base científica con que la cultura mediterránea inició la Edad Media.

El Imperio Romano de Occidente fue incapaz de detener las invasiones de la Galia, Hispania y el norte de África, hasta que sucumbió definitivamente en 476. Esta situación fue precedida por una derrota naval de grandes proporciones, de la que se dispone de pocas referencias históricas. Aconteció en 468, cuando la flota del Imperio Romano de Oriente zarpó de Constantinopla para dirigirse a Cartago y Sicilia, zonas dominadas por aquel entonces por los vándalos. La campaña se organizó para expulsarlos y restituir el poder a los compatriotas occidentales. La flota constaba de 111 unidades y, tras sucesivos combates, fue diezmada, de forma que tan sólo unas pocas naves lograron regresar. Tras la caída del imperio occidental, el imperio oriental pasó a denominarse Imperio Bizantino. Los bizantinos lograron derrotar a los vándalos en Cartago, en el año 553, y recobraron el dominio del mar, perdido 60 años antes. De este modo, Bizancio fue, a inicios de la Edad Media, el símbolo de la civilización mediterránea y basó su poder en una talasocracia similar a la que siglos atrás habían constituido Creta y Grecia, potencias que basaban su poder en el dominio del mar. La flota bizantina no dejó, prácticamente en toda la Alta Edad Media, de contener una invasión tras otra, desde los vikingos hasta las escuadras de Genserico, rey de los vándalos y de los alanos.
Paradójicamente, no se conservan muchas reproducciones o restos de los barcos bizantinos, por lo que no se conoce a ciencia cierta su diseño y estructura. El dromón (galera típica bizantina) fue el más famoso, pero ha resultado casi imposible para la arqueología encontrar huellas de esta efectiva arma naval. El dromón era birreme y armaba un centenar de remos, 25 en cada orden. Era un barco notablemente largo (medía 40 metros de eslora por 7 de manga) que aparejaba velas cuadras. Se cree que, debido a la influencia de las naves asiáticas, las velas cuadras evolucionaron hacia las latinas (triangulares y de cuchillo), que se largaban en dos y hasta tres palos.

El oscuro norte y este europeo

Mientras Bizancio asentaba su poder en el Mediterráneo y en el oriente europeo, en el resto de Europa se vislumbraban otras fuerzas que todavía luchaban en sus propios territorios: los sajones, anglos y justos habían invadido Gran Bretaña y los francos se configuraban como la gran potencia de la Europa occidental. En la península ibérica, anteriormente ocupada por vándalos y alanos, los visigodos acabaron imponiéndose; respetaron las leyes y las tradiciones romanas y adoptaron el cristianismo, por lo que pronto iniciaron contactos comerciales con Bizancio y el resto del Mediterráneo. Esta apertura fue una excepción que contrastó con el aislamiento que prevaleció en Bretaña, Galia Lombardía y Alemania durante la Alta Edad Media.

viernes, 27 de enero de 2012

Mercantes romanos: veleros puros


Dibujo de un típico mercante romano de siglo I a.C. Sobre la vela mayor aparece una pequeña vela triangular.

Los barcos mercantes construidos por los romanos representaron un gran avance en el diseño de naves propulsadas exclusivamente a vela, un tipo de buques a los que no se había dedicado suficiente atención hasta la fecha. La razón de ello fue puramente económica: los remos ocupaban la mayor parte del espacio que debía destinarse a la carga y, además de costar mucho dinero en sueldos, su presencia obligaba a embarcar muchas provisiones. Las naves mercantes de la época del Imperio se construían con las mejores maderas que se conocían en Roma: encinas de las galias e Hispania, cipreses y cedros del Líbano y pinos de Anatolia y Macedonia. Su diseño se basaba en el modelo griego: presentaban cascos redondeados y de gran calado para facilitar la capacidad de carga. Tenía el forro sólidamente unido al armazón de la quilla, y las cuadernas iban ensambladas con clavos de bronce. Estaban calafateados por dentro y por fuera con las mejores resinas, lino, cera y alquitrán, y se forraban con plomo para combatir los parásitos marinos. Podían llegar a desplazar mas de 1.000 toneladas, aunque la media se situaba entre las 350 y las 450. Solían arbolar dos palos; en el mayor se largaba una vela cuadra y, sobre ella, una pequeña vela triangular, antecesora de la gavia, que se usaba con poco viento. A proa solía situarse un palo trinquete notablemente inclinado en el que se largaba una pequeña vela cuadra denominada dolon. La evolución más significativa fue la del velamen de los denominados "mercantes del trigo de Alejandría". Estas naves se veían obligadas a ceñir aunque fuera sólo algunos pocos grados contra el viento para remontar el noroeste que soplaba en verano cuando viajaban desde Alejandría hacia Roma. Pese a lo poco adecuado de las velas cuadras para ese menester, lo lograban gracias a un calado de más de dos metros que les proporcionaba un plano de antiabatimiento suficiente para conseguir algo de propulsión hacia proa. Por otra parte, los barcos del trigo disponían del supparum, una especie de foque que debía permitirles un ángulo de incidencia más cerrado.
Los romanos desarrollaron con el tiempo un evolucionado sistema de estiba y de carga y descarga en los muelles, que supuso una significativa mejoría de las complicadas tareas y un ahorro de tiempo respecto a los sistemas griegos y fenicios que seguían utilizándose en la época. El rigor administrativo con el que los romanos gestionaban el tráfico marítimo ha permitido disponer de evidencias arqueológicas de gran valor para el estudio de la historia marítima del Imperio. Las ánforas se diseñaban en función de su correcta estiba en las bodegas de los mercantes, de modo que, una vez colocadas, ni el más duro temporal provocaba el desplazamiento de la carga o su deterioro. Este sistema perduró en el Mediterráneo hasta la aparición del tonel en la Alta Edad Media, que cambió radicalmente la logística portuaria y el diseño de las bodegas de los barcos.

martes, 24 de enero de 2012

Roma domina el Mare Nostrum


Grabado que muestra una escena de la batalla de Actium, con la que concluyó la guerra civil entre Octavio y Marco Antonio y tras la que se inició el periodo de consolidación de la Pax Romana.

Tras la derrota de Cartago, Roma inició una espectacular expansión y se convirtió en un gran Imperio, en el siglo I a.C. Tras erradicar la piratería en todas las costas del mar Mediterráneo, éste quedó bajo el dominio de Roma y fue llamado Mare Nostrum. Entonces se inició el largo periodo denominado Pax Romana, que duró casi tres siglos, mientras se producía la lenta decadencia del Imperio. A finales del siglo IV, éste se dividió entre el Imperio Romano de Accidente y el de Oriente, este último conocido posteriormente como Imperio Bizantino.
Las guerras Púnicas tuvieron importantes consecuencias para la República de Roma. La derrota absoluta de Cartago y de sus aliados llevó a Roma a imponerse en su vasto territorio que incluía Hispania y Numidia (en el norte de África), Macedonia, Grecia y el resto de territorios del antiguo imperio colonial Cartaginés. Durante los dos siglos siguientes, Roma no dejó de expansionarse: la Galia transalpina, Pérgamo, Asia Menor, Armenia, Judea, Siria, Ponto, Egipto, Mauritania y Tracia fueron progresivamente incorporadas al Imperio.Las razones de esta expansión fueron principalmente económicas: al principio, las anexiones obedecieron a motivos político-militares, pero cuantas más incorporaciones de países se producían, mayores eran las necesidades comerciales para obtener los fondos destinados a financiar un gran ejército que no dejaba de crecer. Al contrario que la impulsiva conquista de Alejandro Magno, esta expansión era de una meticulosidad administrativa excepcional. Roma mantuvo un notable respeto por las culturas y religiones de los pueblos anexionados y, como consecuencia, la estabilidad territorial avanzó pareja al dominio militar.

La crisis de la República y la guerra civil del año 36 a.C.


La reina Cleopatra, instigadora de la batalla de Actium al convencer a Marco Antonio de la conveniencia del combate nava, en la popa de su nave.

Sin embargo, durante este larguísimo periodo de expansión se produjeron numerosas tensiones internas y luchas de poder en el senado, cuyo episodio más significativo fue la guerra civil del 36 al 30 a.C. Ésta dio lugar al suceso naval más importante librado desde las guerras Púnicas, y también la última gran batalla en el mar de la historia de Roma: la batalla de Actium.
Tras la muerte de Julio César, asesinado en Roma en el año 44 a.C., su sobrino Octavio, que se hallaba en plena campaña en Hispania afianzando las conquistas de su tío, regresó a Roma y se encontró al cónsul Marco Antonio, brillante general de Julio César, erigido en vengador de su asesinato. Marco Antonio había desplegado su ejército y estaba derrotando a los participantes del complot. Octavio fue reconocido por el senado como heredero de Julio César, más por sus méritos militares y por su patrimonio familiar que por el parentesco. Octavio se dejó aconsejar por su amigo, el general Agripa, y por el noble Mecenas, y decidió fundar el Segundo Triunvirato junto con Marco Antonio y el pretor Marco Emilio Lépido (estrecho colaborador de Julio César y aliado de Marco Antonio en la campaña contra sus asesinos). Los triunviros se repartieron el control del Imperio: Octavio se quedó con Occidente, Marco Antonio tomó el control de Oriente y Lépido el de África.
Las tensiones no dejaron de aflorar y fueron aumentando hasta que, en 37 a.C., Lépido fue apartado, quedando sólo dos poderes: el de Marco Antonio y el de Octavio, ambos cada vez más enfrentados. Maco Antonio, que para sellar la alianza se había casado con Octavia, la hermana de Octavio, se casó en Alejandría con la reina tolemaica Cleopatra, antigua amante de Julio César y madre de un hijo de éste, Cesarión. Marco Antonio concedió a Egipto las provincias de Siria, Chipre, Cirenaica y Cilicia, y explicó al Senado que antes habían pertenecido a la dinastía tolemaica; después, nombró a Cesarión heredero del trono de estos territorios. El senado lo consideró un acto de traición, pero Marco Antonio propuso, desde Alejandría, retirarse del poder si hacía lo mismo Octavio. Esta propuesta fue considerada aceptable por una parte del Senado (la que deseaba terminar con el caos de la bicefalia del poder), pero Octavio rodeó con sus tropas el Senado y puso en fuga a sus detractores. A continuación, hizo leer en público el testamento de Marco Antonio, en el que éste expresaba su deseo de ser enterrado en Alejandría junto a Cleopatra, según el rito egipcio. Se originó un enorme escándalo, y la mayor parte de la aristocracia que aún apoyaba a Antonio se volvió contra él. Octavio aprovechó la situación para tomar el mando militar de todo Occidente y la representación del Senado frente a Marco Antonio. Éste, por su parte, logró la fidelidad de las tropas desplegadas en Oriente. La guerra civil estalló en el año 32 a.C.
Marco Antonio disponía de cerca de 120.000 hombres y más de 500 naves de guerra. Octavio lanzó contra él un ejército de 80.000 hombres y 400 navíos. Las fuerzas de Octavio eran menores en número, pero estaban mucho mejor organizadas, pues se beneficiaban de la administración directa de Roma: las pagas llegaban puntuales y la intendencia no fallaba; muy al contrario, el ejército de Maco Antonio estaba compuesto por legionarios de diversas procedencias, peor organizados y con una logística militar deficiente, en contraste con la de su enemigo. Sin embargo, había un aspecto fundamental: los soldados de Marco Antonio no tenían una idea clara de por qué ni por quién luchaban; los de Octavio, en cambio, servían a la grandeza de Roma, eran más "romanos",  en el sentido estricto del término. Esta situación quedó reflejada en la eficiencia de las fuerzas marítimas. Las galeras de Octavio estaban tripuladas por remeros y mandos eficaces y sometidos a una disciplina férrea. Octavio dejó el mando de sus naves a Agripa, quien trazó una estrategia adecuada y muy bien organizada. La flota de Marco Antonio incluía unidades egipcias, sirias y griegas, una heterogeneidad nada beneficiosa para enfrentarse a Agripa.

La batalla de Actium


Dibujo hecho a partir de un relieve romano que muestra una birreme de la flota de Octavio con los legionarios en cubierta prestos para el combate.

El primer enfrentamiento de la guerra fue naval y se produjo frente al golfo de Arta, situado en la costa occidental de Grecia, a 50 millas al norte del golfo de Corinto. Cleopatra había aconsejado a Marco Antonio que basara su campaña en la guerra naval y no en la terrestre, como pretendían inicialmente éste y sus generales. Fue en ese punto donde empezó la cadena de errores de Marco Antonio. Ante la imposibilidad de dotar convenientemente de marinos adecuados a sus 500 galeras, ordenó quemar 140 naves, por lo que su fuerza quedaron reducidas; además, sus tropas de tierra quedaron inoperantes en el campamento situado bajo el monte Actium.
El 1 de septiembre del año 31 a.C., la flota de Octavio, comandada por Agripa, llegó a la entrada del golfo. Al día siguiente, los barcos de Marco Antonio y Cleopatra salieron a mar abierto. La batalla comenzó inmediatamente. Agripa ordenó una maniobra envolvente con sus pequeñas liburnas (birremes ligeras parecidas a las rápidas y maniobrables naves de un solo orden de remos de los piratas dálmatas). Estas galeras, claramente más rápidas que las pesadas y clásicas quinquirremes y trirremes de Marco Antonio, giraban con celeridad al rededor de éstas lanzando flechas incendiarias y jabalinas, lo que desorganizó la flota de Marco Antonio. La batalla duró cerca de tres horas y finalizó cuando Cleopatra y Marco Antonio, que habían perdido 200 naves, se retiraron navegando directamente hacia el sur, en dirección a Alejandría. Se cuenta que Marco Antonio reprochó a Cleopatra el haber abandonado con sus barcos egipcios el escenario de la batalla, pero ésta le contestó que le había dado por muerto al ver su nave incendiada por las birremes de Agripa. También forma parte de la leyenda el hecho de que Marco Antonio hiciera la travesía hasta Alejandría sentado y con la cabeza entre las manos.

El fin de Marco Antonio y Cleopatra


Grabado que muestra un momento de la batalla de Actium, en la que la flota de Marco Antonio y Cleopatra fue derrotada por la de Octavio.

Tras la victoria de Actium, el 2 de agosto del año 30 a.C., Octavio se dirigió a Alejandría y entró en el puerto, bloqueando por completo la bocana y también la ciudad por tierra para evitar que Marco Antonio escapara. Al enterarse de que la flota de Octavio estaba fondeada en el puerto, Marco Antonio se suicidó. Después, Octavio fue al encuentro de Cleopatra y la conminó a incorporarse al desfile triunfal que se celebraba en Roma a la llegada de los vencedores. Sin embargo, Cleopatra no cedió a la terrible humillación de ser mostrada como trofeo y se suicidó siguiendo el rito de la mordedura de un áspid. Octavio condenó a muerte a los hijos de la reina, entre ellos a Cesarión, y saqueo el tesoro egipcio.
Existen discrepancias entre los historiadores en la evaluación de la batalla de Actium. Algunos sostienen que Antonio buscaba retirarse a Alejandría, lo que explicaría que sus naves llevaran un velamen demasiado grande, absolutamente inapropiado para un combate naval. Otros argumentan que la estrategia de Antonio y Cleopatra consistía en realizar una maniobra de distracción para que sus tropas de tierra pudieran embarcar y luego atacar la península itálica; sin embargo, esta tesis parece poco probable. Tampoco se sabe a ciencia cierta el papel que jugó Cleopatra en las decisiones tácticas del general romano, aunque se cree que fue importante y de consecuencias nefastas para su ejército.
Después de Actium, la trirreme empezó su lenta decadencia, tras varios siglos navegando por el Mediterráneo. Las birremes, que habían sido desechadas para el combate pesado, volvieron a ganar importancia debido a las nuevas tácticas de combate basadas en la capacidad de maniobra. Agripa utilizó por primera vez los garfios lanzados desde catapultas para atrapar los barcos enemigos y aproximarlos para el abordaje, técnica que utilizaron posteriormente las naves de guerra romanas.

El gran desarrollo naval de Roma


Estatua de Cayo Julio Octavio Augusto, conocido popularmente como Octavio hasta la batalla de Actium, y como Augusto tras la toma del poder en Roma. Bajo su mandato, Roma impuso la Pax Romana en todo el Mare Nostrum.

Tras derrotar a Marco Antonio, Octavio logró con hábies recursos diplomáticos integrar Oriente a Roma y que el Senado le otorgara el gobierno de la República y los poderes militares sin restricciones; fue entonces cuando se inició la época imperial de Roma. Las guerras civiles, que habían durado cerca de 20 años, habían dejado a la capital romana en una situación cercana a la anarquía, con una estructura estatal obsoleta; Octavio la levantó y reformó profundamente. En el año 27 a.C. se autoproclamó Augusto y, hacia el 2 a.C., recibió el título de Pater Patriae (Padre de la Patria). Durante su mandato, Roma consiguió una gran expansión territorial. Agripa, fiel consejero de Augusto, amplió enormemente los conocimientos geográficos de las tierras del Imperio e hizo levantar el primer mapa de los territorios conquistados. También se construyeron puertos y acueductos, y se impulsó notablemente el comercio marítimo.
La construcción naval alcanzó un gran desarrollo y se aumentó el tamaño y el potencial militar de las galeras, mejoras necesarias para transportar las legiones a cualquier lugar del vasto imperio. Mucho se ha escrito sobre las órdenes de remos que se llegaron a disponer en las galeras de la época romana. Aunque muchos textos citan cuatro, cinco y hasta siete órdenes de remos, parece admitido que era difícil que se incorporaran más de tres; en realidad, parece probable que estas cantidades hicieran referencia al número de remos asignados a cada grupo de remos. Así, por ejemplo, una heptarreme sería una trirreme con siete remeros en cada grupo de tres remos, que podían ser tres tranitas, dos Zygitas y dos talamitas.
Las narraciones más exageradas sobre galeras gigantes las hace Polibio, quien afirmó haber visto una quinquirreme con 300 remeros y 200 soldados; Plinio el Viejo menciona otra nave del año 40 a.C. con 400 remeros. El propio Arquímedes, el famoso científico griego de Siracusa, afirmó haber participado en el diseño y la construcción de la gigantesca nave Siracusia, allá poe el año 200 a.C., de 20 hileras de remeros, cuatro palos de velas cuadras u ocho enormes torres de catapultas capaces de lanzar piedras de casi una tonelada. En sus descripciones, Calixeno de Rodas describe una galera de 40 órdenes de remos, 130 metros de eslora, 22 de manga y 27 de francobordo; los remos tenían una longitud de más de 10 metros y eran manejados por unos 4.000 remeros, con una tripulación cercana a los 8.000 marinos. La construcción de este coloso, mayor que los actuales portaaviones, debió requrir la madera equivalente a 140 trirremes, y clavos en el costillaje de 15 kilos de peso cada uno. Sin embargo, hay que tomar con reservas estas narraciones. Los estudios realizados por expertos a lo largo de la historia más reciente muestran que la construcción de semejantes naves era absolutamente inviable. El pripio Napoleón Bonaparte, muy interesado en encontrar alternativas a las fragatas y navíos de línea de su época y gran admirador del Imperio Romano, ordenó construir una trirreme para determinar la maniobrabilidad de los distintos juegos de remos. La prueba fue determinante y ha sido corroborada por opiniones de posteriores expertos: una nave de más de tres órdenes de remos hubiera sido incapaz de realizar con eficacia las más elementales maniobras.

Los estragos de la piratería


Grabado que muestra el asesinato de Pompeyo Magno al desembarcar en Pelusio, por orden del rey egipcio Tolomeo XIII.

El crecimiento de la piratería fue paralelo al engrandecimiento de Roma, que se adueñaba progresivamente del Mediterráneo e iba sometiendo nuevos pueblos y sus respectivas marinas. A mediados del siglo I a.C., los piratas pasaron a ser una amenaza seria para el comercio y la paz. Erradicar la piratería se convirtió en uno de los principales objetivos del Senado, y los piratas empezaron a ser combatidos con mano dura. En 78 a.C., una flota romana comandada por Servilio Vatia venció a las naves piratas en las islas Caledonias; en 74 a.C., fue el joven Julio César quien luchó duramente con una banda pirata en Rodas; aquel mismo año también los combatió Marco Antonio, y fueron otras muchas las acciones represivas que se llevaron a cabo sin un resultado definitivo, sino todo lo contrario: aparecían nuevas naves piratas por todas partes y cada vez con mejores prestaciones. Entre 74 y 76 a.C., los piratas habían apoyado revueltas, secuestrado cónsules y pretores, e incluso secundado la rebelión de los esclavos de Espartaco; hasta llegaron a capturar una flota de galeras en Ostia, el puerto de Roma. Pero cuando lograron bloquear el comercio del trigo, ese hecho fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del Senado. Roma se enfrentó al problema con su arma más infalible: la administración. El Senado tomó la decisión de dar carácter al Mediterraneo de "provincia de mar" y encargar su gobierno a un solo jefe. En 67 a.C., se dictaminó la Lex Gabina, por la cual un magistrado recibía durante tres años el mando supremo de las costas hasta 50 millas mar adentro, con derecho a reclutar él masimo 25 legados, armar 500 barcos y ordenar zarpar  a voluntad. El primer magistrado, Pompeyo Magno, general y cónsul, un héroe de las campañas militares en África e Hispania, dispuso de un contingente de naves y soldados con el que logró controlar la piratería del Mediodía occidental hasta las costas de Sicilia.
La piratería era especialmente efectiva en el Adriático y el Egeo, donde gozaba de un amplio margen de maniobra; así pues, éste fue el primer objetivo del plan de Pompeyo. Los piratas más activos y peligrosos eran los dálmatas, de origen ilirio, que operaban desde sus bases escondidas en las costas de Dalmacia, plagadas de islas e intrincados brazos de mar que ellos conocían a la perfección. Los filibusteros actuaban en connivencia con los habitantes de las islas, con los que compartían un código de señales que les advertía de la presencia de las galeras romanas. Eran también excelentes navegantes y, a menudo, habían actuado como mercenarios, como lo habían hecho en la primera flota Romana en la batalla de Milazzo y a lo largo de las restantes batallas de las guerras Púnicas. De hecho, desde el inicio del poder naval de Roma, algunos piratas habían sido contratados como instructores de maniobras para entrenar a los oficiales romanos, a los que enseñaron también las técnicas del pilotaje costero. Los piratas ilirios navegaban con un tipo de embarcación ligera muy maniobrable que disponía de un solo orden de remos, y sobre cuyo diseño se inspiró la posterior liburna romana.
Pompeyo disponía de 270 barcos; nombró a 13 delegados y dividió el mar en sectores, destinando una escuadra a cada uno y reservándose para él Creta y Sicilia, donde quería dar el golpe decisivo. La efectividad de Pompeyo logró un éxito espectacular: en tres meses capturó 846 barcos, 120 asentamientos fueron destruidos, 10.000 piratas resultaron muertos y 20.000 hechos prisioneros. Pompeyo fue aclamado por el pueblo de Roma y considerado como el "pacificador de los mares". Por vez primera, Roma dominaba efectivamente el mar. Pompeyo realizó otras campañas de gran éxito, entre ellas la guerra contra Mitridates de Siria y, tras enemistarse con el Senado al haber solicitado tierras para sus legionarios y no serle concedidas, fue perseguido por Julio César Augusto. Enfrentados ambos en la batalla de Farsalia (48 a.C.), Pompeyo fue derrotado. Aquel mismo año, el "pacificador de los mares" murió asesinado en Pelusio por orden del egipcio Tolomeo XIII (hermano de Cleopatra).

El avance de la marina mercante y el estancamiento de la navegación


Relieve que muestra a un carpintero de ribera romano en pleno trabajo. Museo Nacional De Emilia, Rávena.

Una de las consecuencias del dominio del Mare Nostrum fue el espectacular desarrollo de la marina mercante y del consecuente comercio naval. La época de la Pax Romana permitió la evolución de los barcos de carga según las necesidades reales del comercio, que fueron muchas y en constante incremento. Los barcos mercantes romanos eran generalmente veleros puros, de 350 a 450 toneladas, y estaban excepcinalmente bien construidos. Los mejores eran los denominados "cargueros del trigo". En la época de máxima expansión del Imperio, las necesidades de abastecimiento romanas llegaban a las 200.000 toneladas de trigo anuales, de las que Egipto proporcionaba aproximadamente un tercio; el resto del grano procedía de Sicilia y de la zona que hoy ocupa Túnez.
Las vías comerciales estaban definidas con exactitud; los marinos mercantes llegaron a crear unos completos almanaques náuticos con información exhaustiva de los regímenes de vientos y corrientes. Por ejemplo, la travesía desde Egipto, que era la más difícil desde el punto de vista meteorológico, estaba meticulosamente trazada en almanaques que tenían en cuenta la sincronización de los vientos dominantes y la época de las cosechas de grano. En verano, los vientos dominantes eran del noroeste, por lo que, desde los puertos de la península itálica hasta Alejandría, los barcos navegaban con vientos de popa y tardaban apenas 15 días. El problema lo encontraban a la vuelta, ya que tenían que bogar contra el viento, y estos barcos de velas cuadras navegaban muy mal de bolina. Tenían que dar una larga bordada hasta la costa sur de Anatolia para aprovechar el viento térmico costeando y arrumbando a Rodas; luego debían pasar al norte de Creta para alcanzar Malta o Siracusa de una sola bordada, cosa que no siempre conseguían. La peor fase del viaje era la última, ya que alcanzar el puerto de Ostia podía llevarles un mes. Si el cargamento se retrasaba más de lo previsto, el hambre causaba estragos entre las clases económicamente débiles. La ruta del trigo fue la más importante para Roma, pero había otras, como las del ámbar y del estaño hacia el Atlántico, y la denominada de los monzones hacia el Índico, que Egipto intentó explotar varias veces, antes de ser anexionado a Roma, sin lograrlo.
El periodo de la Pax Romana (31 a.C. al 200 d.C.) fue de gran estabilidad en lo que respecta al mar.La decisión de no efectuar expediciones ni al norte ni al sur, como habían hecho los egipcios, fenicios y griegos, fue sorprendente y uno de los principales motivos de que la ciencia de la navegación permaneciera estancada, según la hipótesis de Aritóteles. Sin embargo, las teorías geocéntricas de Hyparco proporcionaron datos válidos para la navegación de la época, como la descripción de los epiciclos, los círculos que describían el sol y la luna, y los ecuantes, círculos excéntricos a la tierra asignados como trayectorias de los planetas.






lunes, 23 de enero de 2012

Las perfeccionadas galeras romanas


Alzado de una trirreme romana ligera, de un solo palo.

La trirreme romana fue un desarrollo de la cartaginesa, que, a su vez, bebió de las fuentes griegas. Llegó a ser sustancialmente diferente de su antecesora dos siglos después de la batalla de Salamina. Las trirremes romanas posteriores a las guerras Púnicas eran igual de rápidas que las griegas, pero mucho más robustas. La experiencia de años de batallas perfeccionaron la estructura en cuanto a solidez y resistencia. Con los romanos, las cuadernas adquirieron una importancia fundamental. Pasaron a ser colocadas antes de la tablazón , ensambladas con espigas y con listones a tope. Después, se fijaba la tablazón sobre las cuadernas, a la inversa de como lo habían hecho los griegos hasta entonces. El velamen también evolucionó, y casi todas las trirremes llevaban dos o tres palos con velas cuadras o al tercio; aún así, la unidad ligera de un solo palo fue la que predominó, por su rapidez de maniobra y su bajo coste. Más tarde apareció lo que algunos expertos consideran como el primer foque: una vela triangular denominada supparum, nombre que se daba a los chales que llevaban las damas romanas y que tenían una forma parecida. La evolución en el tamaño de las velas se relaciona con los conocimientos de los tolomeos egipcios, a quienes los historiadores señalan como los principales impulsores de la evolución de las flotas de guerra. Ellos fueron los que desarrollaron la técnica de las catapultas y de las grandes ballestas; con ellas se disparaban flechas a más de 300 metros de distancia. También fabricaron diversos proyectiles demoledores, como las barras de hierro al rojo vivo y unas cazuelas de arcilla que se llenaban con pez hirviendo.
Si los tolomeos fueron los innovadores de las trirremes, los romanos llevaron a la perfección las técnicas de construcción de las mismas. Existen restos arqueológicos de barcos mercantes romanos, pero muy pocos de guerra; sin embargo, los hallados en el lago Nemi en 1930, dos galeras de la época de Calígula (40 d.C.), de 73 y 71 metros de eslora, revelan el alto grado de calidad de los maestros de ribera que las habían construido. Eran dos naves excepcionales: la tablazón del casco estaba perfectamente ensamblada, estaban calafateadas con estopa, pez y resina, más una capa de minio de hierro, e iban cubiertas con un tejido de lana impregnado en una sustancia impermeable; las terminaciones eran de plomo claveteado con cobre.Los espolones eran de hierro fundido y las proas presentaban la característica forma en U. La cubierta era de planchas de encina fijadas a las cuadernas, con una superficie de casi 1.400 m2. Tal estructura era incapaz de navegar por el mar, y se supone que estas galeras servían como villas flotantes dentro de los lagos, ya que en su interior se hallaron restos de sistemas de calefacción. Ambas piezas fueron destruidas por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, antes de que su ejército se retirara de Italia.